Conoce a Enrique Solari Swayne ilustre personaje, orgullo de San Juan de Lurigancho

Por Julio Abanto Llaque.  (Arqueólogo) *

Muy pocas veces somos capaces de reconocer todo el valor histórico que encierra nuestro distrito y de los acontecimientos que forman su esencia social, cultural y política y es que la historia se forja a través del accionar social de los hombres y mujeres y de las obras que les perduran.

La vida en el antiguo valle de Lurigancho, no sólo está representada por las labores del campesino en las parcelas de las haciendas, sino también por el legado de algunos de sus ilustres pobladores que a mediados del siglo pasado decidieron venir a ésta parte del Lima, donde la tranquilidad y ambiente rural formaba la esencia de la vida campesina, según refiere en un escrito inédito el ilustre dramaturgo Enrique Solari Swayne. Por ello deseamos dedicarles estas líneas a él y a su herencia.

Enrique Solari, nació en Lima el año de 1915, desde muy pequeño fue un apasionado de la lectura. Conocer diversos lugares del Perú lo llevó a intimar con la realidad del hombre en los andes, experiencia que le permitiría plasmar en la psicología de su personajes su tenacidad frente a la naturaleza y a la lucha constante con la sociedad. En 1934 viajó a España y luego se traslada a Alemania donde estudió medicina graduándose de Psicólogo. Desde sus inicios estuvo ligado a su casa de estudio logrando ocupar cargos importantes como el de vice presidente. En Lima, además de escritor se dedicó a la docencia universitaria en San Marcos.


El año de 1956 publica “Collacocha”, obra representada en 1958 por la Asociación de Artistas Aficionados que bajo la dirección de Ricardo Roca Rey y con la interpretación protagónica de Luis Alvarez, fue uno de los más grandes éxitos del teatro peruano. El realismo directo de los diálogos, así como el idealismo peruanista de sus personajes hicieron que se impusiera en el Primer Festival de Teatro Panamericano en México, colocando a su autor en un lugar privilegiado en la dramaturgia latinoamericana.

Su obra literaria se compone de las siguientes obras: “Mazorca” (1966), “Juanito de Huelva” (1995), “El tigre”, “El circo del zorro encantado”, «Ayax Telamonio», etc. y otras no estrenadas como «El incendio del zoológico de Berlín». Escribió también poesía, siendo sus trabajos más notables en este campo «Responso a Ranrahirca» y «La cosecha de las horas perdidas”. Diversos artículos de su especialidad están publicados en revistas de humanidades “Las Moradas”, “Mar del Sur” y “Revista de Neuropsiquiatría”.

Su esposa, Gertrudis Braunsberger de Solari, fue una apasionada estudiosa del arte popular y de la historia de nuestros pueblos, gestora del aprecio por la manufactura indígena y promotora del mismo en el ámbito mundial. Gertrudis pidió a sus familiares descansar eternamente en el cementerio El Sauce, camposanto creado a inicios del siglo XX por los campesinos y pastores de Lurigancho.

Solari quien es calificado como uno de los dramaturgos más destacados de la generación del 50’, dejó de existir el 29 de Mayo de 1995. Sus hijos cuentan que antes de su fallecimiento, él mismo excavó en su jardín una zanja y les dijo que lo enterrasen en éste suelo. Sin duda una muestra más del inconmensurable amor de esta familia por San Juan de Lurigancho. Es lamentable el poco reconocimiento que a tan ilustre poblador  se le ha rendido, hace cinco años cuando se creó el Centro Cultural del parque Huiracocha se bautizó al ambiente de biblioteca con su nombre, no existe un parque y mucho menos un evento cultural que lleve su nombre y por si fuera poco su hermosa casa, que se ubicaba en la Av. Lurigancho (Azcarrunz) y que antiguamente era conocida como Potrero Tenorio fue arrasado para construir una cancha de grass sintético.

Tuve la suerte de conocerlos en forma breve antes de la muerte de ambos, luego visite su casa en un intento de convertirlo en Casa de Cultura, en la sala de estudio aún se encontraban los antiguos afiches del estreno de Collacocha, cientos de fotos, escritos y reliquias históricas, como testigo de un pasado que no desea irse sin ser reclamada por nosotros, esa fue mi impresión.

El años 2005, se formó en el Concejo de SJL una Comisión de Regidores para discutir la compra de la Casa Solari y su uso como Museo o Casas de Cultura. No entendemos como en un distrito, que esencialmente necesita fortalecer su identidad con el reconocimiento a hombres destacados y cuya magnitud rebasa nuestras fronteras, no se lograse desatender ese propósito, después de 10 años reviso este texto con el propósito de contextualizar el mensaje y me doy cuenta del significado del legado de Solari y la pérdida irreparable que hemos sufrido, hace diez años concluía con el siguiente texto:

La Familia Solari, representa mucho para el distrito, para el país y Latinoamérica, no esperemos lamentarnos cuando su casa y sus restos terminen sepultados por el verdadero olvido, por el cemento de una obra moderna. Por ello los jóvenes estudiantes, las instituciones culturales, sociales y el poblador en general esta invitado a movilizarse por el reclamo de un desarrollo cultural, donde el desarraigo se remplace por el sentido de pertenencia y donde el respeto por las relaciones interculturales se fortalezca. Finalmente deseo transcribir parte de un escrito que refleja un cálido mensaje que debemos considerar como una misión por cumplir:

No es que no sintamos la brisa promisoria de los tiempos venideros. Deseamos que ellos traigan para todos justicia y dignidad. Aquí están nuestros brazos, para ello si hace falta. Pero ojalá que aquello que forma los encantos, la íntima sustancia de este valle, no tenga que morir en aras del futuro. Será que aquí aún persiste el alma de los huanchos, que fuera apacible, que viera, en lo humilde un halo de grandeza; el alma misteriosa de los antepasados que aquí tuvieron hijos, criaron sus ganados, alzaron sus viviendas, temieron a sus dioses, cumplieron su destino y fueron enterrados.

Será, quizás, por eso, o por algo parecido, que, desde el chisporroteante concierto nocturno de los grillos, que azotan agoreras, las lechuzas al pasar, habla a mi corazón, todas las noches, una voz antigua y pura. Y habla y habla y habla de no sé qué destino codiciable, de no sé qué vaga promesa enamorada, que no entiende, de un vivir justificado en sencillos mandamientos, de un posible heroísmo sin corona de laurel. Te escucho, voz de la tierra, inmemorial, rocío para mi alma inesperada. Te escucho y te obedezco. Gracias, valle para mi tan venturoso, gente que te habita, cuya sola vecindad me enorgullece (E. Solari 1971)”.

 

(*) Originalmente publicado 25/08/2006 en una página web local, me he dado la libertad de corregir en algo el contenido.

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