Por Julio Abanto Llaque.-
Eran los primeros meses del año de 1989, acababa de ingresar a la universidad nacional mayor de San Marcos, precisamente a la escuela de arqueología, cerca de la entrada principal encontré un libro que cambiaría mi vida, sin duda la herramienta que necesitaba para emprender una pasión que lleva años en mí, se trataba de la publicación “San Juan de Lurigancho su historia y su gente”, cuyo autor es el historiador francés Jacques Poloni, escrito en el año 1987, es el principal referente para comprender el desarrollo de nuestro territorio. Trece años después tuve la suerte de conocerlo y hablar profundamente de la historia de nuestro distrito y los avances en investigación que veníamos emprendiendo desde el Instituto Ruricancho, también le pedí que autografiara el libro que leí con entusiasmo tantas veces.
A pesar que conocía gran parte de los sitios arqueológicos de mi localidad, el libro mostraba una lámina a todo color de un grupo de ceramios realmente alucinantes, el hallazgo de estos materiales los habían realizado los trabajadores de las ladrilleras, inmediatamente dieron aviso al dueño de esas tierras, Don Enrique Solari. Es su esposa Gertrudis quien asume el reto de hacer una detallada descripción del hallazgo con levantamiento topográfico incluido y desde entonces la familia custodia este sorprendente hallazgo.
El Horizonte Medio es reconocido por muchos especialistas como un periodo de amplia interacción cultural y el desarrollo de un gran estado en la zona sur de los Andes Centrales, tan grande y poderoso que se reconoció por Luis Lumbrera como un imperio anterior al de los incas.
Contextos funerarios como los descritos en Lurigancho no tiene referentes, materiales de este tipo han sido hallados en Cajamarquilla (Huachipa), Pachacamac, incluso en zonas tan lejanas como las tumba M-U-541 de San José de Moro (Valle de Jequetepeque, La Libertad), un poco como para graficar la importancia de esta pieza como ejemplares de alta calidad artesanal. Y es que las vasijas son muy especiales. se tratan de representaciones escultóricas, policromas de gran trabajo que representan tiburones, “monstruos marinos”, escenas de pesca y otros como la de un búho con un mecanismo interno sonoro. Esas vasijas son el ejemplo más claro de la incorporación de ideas y estilo de diferentes partes de país y cuya preservación hubieran dado muchas luces para un periodo tan especial de nuestra historia.
La zona situada en todo este borde de desnivel que separa Zárate de la zona de Horizonte y Azcarrunz es rica en presencia de material arqueológico que se extiende hasta el parque zonal, lugar donde en el pasado también se ha recuperado vasijas y donde se pudieron rescatar varias figurinas, dos de las cuales permanecen en la sala museo del parque Huiracocha.
Los territorios cambian con el crecimiento de las ciudades lo que antiguamente fue un eje de desarrollo para los pueblos prehispánicos pues allí empezó, hace 2500 años la construcción de un centro ceremonial y un complejo sistema de riego, luego la cultura Lima a los costados del camino antiguo levantarían plataformas y pequeñas construcciones de carácter ritual. Ahora este ámbito pronto se convertirá en un nuevo punto de inversión. Considerando que, este mega centro comercial se viene construyendo sobre este terreno rico en evidencia esperamos como toda obra pública haya cumplido con la ejecución de un plan de monitoreo arqueológico que permita salvaguardar nuestro patrimonio cultural.
En realidad, existe muy poco material arqueológico recuperado de un periodo que duro cerca de 500 años y que da pie al surgimiento de señoríos y reinos. Pensé que nunca más volvería a ver alfarería que exprese estilos que aparecen durante este horizonte cultural. Durante muchos años dude de una fotografía que me obsequió mi gran amigo Julio Antón, la imagen correspondía a la de un ceramio procedente de El Sauce y es que no podría ser posible que una vasija de estilo Pativilca originario del norte chico y emparentada al estilo tardíos de este periodo se ubique en un sitio netamente inca, es decir, había una diferencia de trescientos años.
Tiempo después mientras administraba el parque zonal Huiracocha y faltando pocos días para la inauguración del centro cultural CREA LIMA, mi amiga Teras Arias convoca a varios artistas luriganchinos para exponer en la sala Florentino Jiménez, es allí donde vi los oleos de un joven artista cuyo padre era don Cosme Florian, uno de estos cuadros reproducía aquella vasija, de la vieja fotografía de Antón, es así que conocí a Milton Florián, custodio actual de este hallazgo.
Tenía pendiente, analizar, determinar la autenticidad y procedencia de la vasija de El Sauce. Hace un par de años preparando la exposición museográfica sobre El Sauce en el local comunal de la comunidad visite a Milton para invitarlo a exponer sus cuadros nuevamente en este local ya que es vecino del lugar y solicitarle me permita tener acceso al hallazgo. Me contó que su padre era propietario de las canteras de arena gruesa en cuya actividad era habitual toparse con entierros prehispánicos que él luego derivaba a la entonces Casa de la Cultura, me confirmó que la vasija procede de ese lugar.
Para nuestra pena mi amigo me confesó que el milenario recipiente sufrió un accidente y se fracturo mientras la tenía en su estudio de trabajo. Pero que había conservado los fragmentos pensando restaurarlo en algún momento, así que me ofrecí realizar la restauración y gracias al apoyo del instituto Ruricancho, así lo hicimos. Mi amigo Cesar Salazar fue el responsable de las labores de conservación y restauración del valioso objeto. Inicialmente Milton no creía en lo ofrecido días después nos entregó los fragmentos, para nuestra felicidad pudimos hacer un buen trabajo y una memorable noche de agosto arrancamos una enorme alegría a nuestro artista al hacerle entrega de su hermosa herencia. La alfarería es en sí una botella que representa en ambas caras una serpiente bicéfala situada en media luna como si se tratase de un arcoíris debajo del cual se observa un felino, ambas imágenes en relieve, la escena se reproduce en el otro lado, pero con algunos rasgos distintos. Se trata de la dualidad andina.