Por: Julio Abanto Ll.
Imaginarse a las pampas de Canto Grande, en San Juan de Lurigancho, como un escenario de cacería seria poco creíble. Sin embargo, hasta hace algunas décadas atrás fue habitual y algunos de sus moradores conservan recuerdos.
Una referencia a lo afirmado data de 1881, en plena batalla por la defensa de Lima. Cuenta Juan Pedro Paz Soldán que, Nicolás de Piérola pregunta a sus generales por la existencia de un camino para dirigirse a Canta sin pasar por Lima, el Coronel Nicolás Rodríguez le comenta que existe un camino muy accidentado usado por cazadores (Cantogrande). Durante nuestras caminatas al interior de la quebrada y sus cerros ha sido habitual encontrarnos con diverso cartuchos y municiones de escopetas de cacería, algunos de fines del siglo XIX.
Hoy me encantaría compartir con ustedes un relato que me fue contado, hace un par de años, por mi amigo, Alejando Benavides Solís, vecino del pueblito de Lurigancho. Don Alejandro nació el 4 de febrero 1944, en la hacienda Azcarrunz y a los cinco años su familia se fue a vivir al referido pueblito. Se casó con una guapísima Clemencia Zárate Vivanco y es padre de cinco hijos.
El relato es un testimonio hermoso, de un episodio alucinante de su niñez, lo rescato porque nos habla de su experiencia como ayudante de cacería de un extranjero- del cual olvidó su nombre- y que mantiene muy vivo el recuerdo del entorno, la vida silvestre, sus moradores y detalles inimaginables para quienes hoy conocemos de nuestro distrito sólo más que el cemento, su ruido y sus problemas. El relato es el siguiente:
En Mangomarca la gente decía que en ese lugar se encontraba el tesoro de Catalina Huanca; todo eso mi padre me lo contaba, no ve que él trabajaba por allí. Igual esa huaca de Canto Chico todito lo han desaparecido, bonito era, grande. De allí, en la esquina donde empieza San Hilarión una pared ancha de barro se iba hasta arriba, al cerro.
También recuerdo al señor Morales, él era tomero, esos que cuidan el agua del canal. También al costado de la taurina vivían los japoneses Sey Sey, yanacona eran, ellos tenían toda esa parte y sembraban flores hasta el fondo pegado al cerro.
Pero lo que más recuerdo es cuando era niño, en esos años venía de Lima un italiano, venía los sábados en la mañanita en su jeep, yo tendría 10 ó 12 años, te estoy hablando de 1954 más o menos. Este señor llegaba al Pueblito, se estacionaba donde la japonesa Chu Fa, por donde Juan Sánchez, ellos los japoneses tenían su tienda, el tambo le decían y compraba un poco de lo que le faltaba porque en su camioneta tenía de todo. Ese tambo, era uno de los tambos que acá había, el otro quedaba por Zárate donde estaba la aldea de otro chino que creo se llamaba Wasu (Aldea Infantil SOS) y otro también en la hacienda (Flores).
El italiano pedía permiso a nuestros padres y nos llevaba al fondo de la quebrada y se iba por la antigua Av. Canto Grande, este camino llegaba hasta el cruce que tiene hoy con la Av. El Sol y de allí, sálvese quien pueda, se tenía que atravesar toda la pampa y así llegábamos hasta el fondo, hasta donde ahora es Jicamarca. Lo que sí no recuerdo es si íbamos para este lado (derecha, quebrada Media Luna) o para este otro lado (izquierda, quebrada Canto Grande) donde estaba una laguna, ¡había una laguna! Y así caminando uno veía venados, chivos silvestres, si no había esos animales cazábamos palomas.
A veces nos acompañaba el hijo del señor Tassa, los dos íbamos. El italiano nos daba una propina, ya que salíamos sábado en la mañana y regresábamos domingo por la tarde. Era como una aventura, una vez que terminaban las chacras tenías todo el desierto hasta el fondo.
Al fondo levantábamos una carpa, tenía su cocinita, tenía de todo y comidas enlatadas. Cuando él cazaba y no había venados, nosotros rodeábamos a las palomas y disparaba con su escopeta de doble cañón, nosotros espantábamos y una vez que disparaba nos encargábamos de recoger las aves que caían.
Canto Grande, las partes del fondo hasta arriba verdeaba los meses de invierno, esa era la temporada, lo que cazaba lo guardaba en una caja especial en su jeep. Imagínate, el paisaje era todo verde y veías venados, vizcachas, hurones, palomas, aves de todo tipo y el oncillo, o sea el gato montés, un animal muy bonito, gritaba fuerte. Lo he visto varias veces cuando con mi padre nos íbamos a buscar madrugadora (paloma de la sierra) y escuchábamos su maullido, y buscando encontramos su cachorrito, un lindo animal.
La laguna que te conté, era una laguna regular, no grande que parece que se formaba con las lluvias; había como una hondonada, una sola vez la he visto, no siempre, ahí se encontraban toditos los animales.
Los chivateros los encontrábamos hasta donde es la cárcel, también por El Sauce, en Mangomarca, por Pedreros, había chivateros ¡paasu!, ¡arriba no he visto!
En esos tiempos, en la temporada de lluvias las haciendas que tenían ganado: Soto, Chacarilla de Otero, hacienda Santa Clarita, en temporada de lomas soltaban su ganado al cerro, allí estaban con los chivateros, bonito era.
Y has visto las minas, arriba en Mangomarca, arriba bajando esa mina, allí estaban, en una especie de pampita, de allí bajaban hacia el otro lado a Huachipa. Recuerdo que en ese lugar, en la pampita vivía un trabajador de la hacienda Campoy, había un ojo de agua y él había hecho su posita, un tiempo llegaron unos gringos lo cavaron pensando que saldría más agua. ¡Uf! acá había abundante puquial, todo Zárate, Caja de agua; en esos puquiales había cangrejazos, lizas, carpas. Cuando había champería cerraban las compuertas de Campoy. Había dos canales, esa agua venía por el cerro y cerraban las compuertas, era una feria, había gente en las acequias, sacaban camarones, el pez carpa, la carachita, cangrejos, eso ha sido hasta el 1952. Cuando los relaves de la sierra mataron a los camarones ya no pasaba eso.
¿Conoces la zona de saca lengua? Esa zona que queda más allá del penal (Penal San Pedro), era un caserío formado por la gente que trabajaba en las chacras de toda esa parte por lo que es las Totoritas y la Av. El Sol, donde estaba Santa Clarita, Egle, hasta Santa María. Los Queirolo sembraban uva y como eran varias haciendas, a veces los trabajadores no alcanzaban para vivir en las haciendas que eran chicas y se iban a vivir allí, donde te digo y como para llegar era muy difícil no había camino directo uno llegaba matado, con sed por eso le decían Sacalengua.
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